Y la oposición pisó el palito.
No voy a entrar a analizar si un
joven de 16 años puede o no ésto o aquello, como si puede o no votar. Este en
un tema opinable, y como tal, todos tiene su razón (o parte de ella). Lo que no
es opinable es que una ley tan trascedente como la Ley que relaciona la
voluntad popular con los representantes electos, se trate de forma inapropiada.
La edad a partir de la cual se puede elegir es una regla del Sistema Electoral,
y éste debe de ser lo más ajustado posible para reflejar con la mayor exactitud la voluntad popular.
El Sistema Electoral, como toda ley fundamental de una nación, debe tener un
tratamiento reposado; el análisis, la reflexión y de ser posible el consenso
deben ser una norma. Es deseable que ante el debate de la función social de la
propiedad haya disidencia, pero ante la forma de elegir a los representantes,
lo deseable es el acuerdo mayoritario de todas las fuerzas con representación
parlamentaría. Y los consensos se trabajan; otra cosa es la imposición por la fuerza bruta del número.
Esta propuesta surgida de la
chusma que aboga por una “Kristina para siempre”, la que avizora un puñado de
votos provenientes de jóvenes adoctrinados por la Kampora, es un ardid que no
responde a la necesidad de ampliar la base electoral, o dar oportunidad a los
jóvenes, sino al puro oportunismo. Y aquí la oposición entro como caballo,
dando quórum a tal trasnochada propuesta, y para más inri, dejando patente el
triste ejemplo de una oposición dividida (otra vez), cuando ante tal artimaña debiera no haberse prestado al
tratamiento de la propuesta de ley.
El Parlamento debe ser el lugar
de discusión de todos los proyectos que llegan con la buena fe por delante, por
más locos que a uno le parezca, y nunca la caja de resonancia de tretas
políticas que tienen como último propósito la desnaturalización de la
democracia.
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