POR UNA NUEVA REPÚBLICA

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miércoles, 25 de agosto de 2010

LOS DÍAS DE LINA

Lina se levanta hoy sin prisa, es sábado y está sola en casa; los niños con su padre. Luego de desayunar tostadas con su mermelada preferida y tomar un café menos cargado que lo habitual, se sienta en el sillón y comienza a organizar el día. La radio, su gran compañera sintonizada en la frecuencia musical, deja escuchar la  melodía de Flash Dans, y se le ocurre ….. ¿porque no bajar el parque y hacer un poco de gimnasia?, ya que paso habitualmente el día sentada menear el cuerpo no vendrá mal!.
Baja de casa por las escaleras para ir marcando el tono muscular, y cuando llega a la vereda y recorre los pocos metros que separan la puerta del parque, una extraña sensación le invade la mente y paraliza el cuerpo; es como si una bocanada de aire caliente golpea su rostro y turbara su imaginación y sus ojos dejan ver el parque en estado de abandono; la hierba crecida y con malezas, el lago artificial sucio, los bancos y demás mobiliario urbano deteriorados, casi en ruinas.
La poca gente que por allí circulaba parecía deambular sin sentido, y en consonancia con el abandono general, mal vestidos, harapientos. Los perros que habitualmente correteaban en total libertad, tumbados sobre el seco pasto, como muertos. Ni siquiera el sol que brillaba y cual radiante entraba por la ventana cuando Lina amaneció, había palidecido, como si una espesa bruma o humo inundara el espacio.
Ante ese panorama estremecedor, un estado de total depresión y angustia invadía a Lina, y en su estremecimiento le llevó a preguntarse, ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué ha sido de mi?, ¿de mis hijos? ¿es esto el Apocalipsis?
Sus hijos era lo que realmente le angustiaba, aquel panorama lúgubre del parque en ese momento era secundario. Todas las imaginaciones apocalípticas posibles pasan en milésimas de segundos por su cabeza, pero a Lina aquello le parece una eternidad, y el susto se apodera de ella hasta dejarla inmóvil. Aunque tiene ganas de salir corriendo al encuentro de sus hijos y refugiarse con ellos en casa, no pude, su cuerpo está paralizado.
¿Qué ha pasado? se pregunta una vez mas mientras lleva sus manos a la cabeza. Se deja caer sobre el duro suelo arcilloso, mientras su mente incapaz de razonar serenamente, permite que el subconsciente inconsciente se apodere de ella y mil miedos se agolpen en su humanidad.
Con dificultad intenta pensar en el día de ayer, antes de dormirse, ¿Qué hice? ¿Dónde fui?, y recuerda perfectamente que luego de dejar a los niños, pasó por el superrecado a comprar entre otras cosas, esa mermelada con la que desayuno hace un rato. A duras penas se levanta y sin importarle el estado del medio que le rodea, corre a su casa en busca de las pruebas necesarias que le den la tranquilidad que su mente necesita. Salir de lo que ella supone un sueño.
Ya en su casa donde todo es normal, lo primero que hace es mirar el calendario, 25 de agosto de 2010, le cuadra, ayer 24 había sido el aniversario de su casamiento, algo que siempre le trae malos recuerdos por el desenlace final.
Revisa inquietamente el bolso y encuentra el tiquete del supermercado con el detalle de su compra y la fecha, 24 de agosto. La tranquilidad de saber que los tiempos son correctos la serena.
Cuando se disponía ansiosamente a llamar por teléfono a los niños, un sonido estremecedor la sobresalta e inmediatamente salta de la cama perturbada, aturdida. Acaricia con sus manos su cuerpo sudado, y mas allá de la desagradable sorpresa de sentirse húmeda, se encuentra bien; mira a su alrededor y todo es normal, y ahí cae en la cuenta que aquella visita al parque había sido un sueño, una pesadilla. Un horroroso pasaje de su vida inconsciente.
Se pone su salto de cama y se dirige a la ventana a contemplar la vista del parque, y lo ve verde, limpio y el sol radiante; el aire deja sentir el perfume de la hierva húmeda y los magnolios en flor.
Con la serenidad que le da el nuevo día y la tranquilidad de sentirse segura, reflexiona serenamente: los pensamientos nocturnos son el reflejo de la vida, aderezados por la fantasía que nunca descansa. Pero no se queda tranquila y se indaga, ¿Por qué tenemos buenos y males sueños?
No tiene sentimiento de culpa, no tiene motivos para ello, y solo concluye pensando que la mente, que ni siquiera por las noches descansa, en su aburrimiento, algunas noches nos da un asusto, y solo Dios sabrá porqué.

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