Muchas veces me interrogo porqué, siendo un gran pecador sigo con tanto ahínco (y no menos dificultad) los pasos que dicta la Santa Madre Iglesia Católica. Porqué leo a diario el Evangelio, o porqué sigo las oraciones de la noche por radio María, o porqué voy los domingos a misa; y la respuesta es siempre la misma: porque soy un gran pecador que busca redención. Quizás si yo fuere un hombre santo, no requeriría con tanto ahínco de la protección de Dios, favor del que gozan los hombres Santos, los que oran, bien sea por agradecimiento, o por la redención de nosotros los pecadores.
Yo simplente oro por soy creyente, y luego si corresponde, para obtener la gracia de Dios y así no fastidiar en ésta vida terrena, la Vida Eterna.
Sería lamentable que después de haber desperdiciado muchos de los dones de esta vida en la tierra, también fastidiara los de la vida futura que nos ha prometido el Señor, en quien afortunadamente creo, a pesar de mis debilidades que son muchas y variadas.
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