La vida y el futbol tienen ciertas coincidencias, en ambos casos se trata de formar equipo, pero en la vida como en el futbol, los equipos no siempre funcionan bien, y de ahí las decepciones.
En la vida como en el futbol vamos continuamente gambeteando, sorteando escollos, y en ese incesante zig zag y calesita nos mareamos y perdemos el sentido.
En la vida como en el futbol nos planteamos estrategias, y a la hora de la verdad la estrategia es la posible en cada instante y la estrategia va de la mano de la habilidad; si planteamos el juego por la derecha, resulta que se da por la izquierda donde la destreza es escaza, luego nos vamos al suelo y chau jugada; levantarse y comenzar de nuevo.
En la vida como en el futbol, unos atacan y otros se defienden, en muchos casos con golpes fuera de la ley, con malicia y la competencia muta en batalla; y aun sin maldad, los golpes siempre duelen.
En la vida como en el futbol todos quieren ganar y eso esta reservado a unos pocos, aunque todos salgamos a comernos el mundo.
¿Qué sí importa la derrota?, sí que importa, aunque siempre habrá otra oportunidad y nos consolamos con aquello "de las derrotas siempre se aprende".
En la vida como el futbol festejamos las victorias y acallamos las derrotas, la victoria nos pertenecen, la derrota nos es ajena; el juez; la mala suerte; la contrariedad, el tiempo.
Pero sin embargo hay una gran diferencia que separa el futbol de la vida: el futbol es un juego y la vida lo mas sagrado que tenemos, sin dejar de considerar que los que juegan al futbol, ante todo tienen vida. En el futbol las derrotas aunque duelan se consuelan con la vida misma; en la vida las derrotas en muchos casos no tienen consuelo.
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