Laura y Nacho son adolescentes en grado puro, y Lina como madre
en un hogar sin la presencia del padre, debe redoblar esfuerzos para entender,
comprende y soportar las niñerías y capricho propios de la edad. Especialmente
Nacho se muestra desafiante y cuando la madre le riñe, saca a relucir lo que a
Lina más le saca, “si viviera con mi padre él me dejaría”.
Después de catorce años saliendo de vacaciones con sus hijos,
Lina está pensando en hacer un viaje sola, y Cuba es un destino que le seduce, quizás
por los recuerdos que tiene cuando niña, de
los cuentos de su bisabuelo, por
aquellos días un tierno anciano que fuera General del Ejército Español destacado en la Isla. Pero por orto
lado tiene miedo a Cuba, a sentirse oprimida y angustiada ante las vivencias
cubanas y en especial ver como niños de la edad de los suyos tienen en Cuba ante
sí un futuro hurtado por la falta de libertad. Cree que le hará daño ver que
todo aquello de lo que disfrutan los niños del mundo libre, les esté vedado a
los de la Isla.
Para Lina salir de casa no tiene por fin el turismo del “todo incluido” y mucho menos las
oportunidades banales propias del destino, y repara que no podrá desconectar en
las paradisiacas playas de un lujoso del
parador cuando sabe que hay un universo aciago no más salir del hotel.
Seguía cavilando Lina sobre sus planes, cuando como una ola
de mar Laura entra en la cocina llorando
a mares, algo poco habitual en ella, y el ahogo del llanto no le permite
expresarse. Lina la toma entre sus brazos, intenta tranquilizarla, sosegarla. ¿Qué
te pasa Laura, que te pasa? es la pregunta recurrente de su madre, que intenta
en vano serenar a su hija. Por fin luego de beber un sorbo de agua y recibir
las caricias de su madre, Laura conseguir transmitir que tuvo un sueño
horrible. Mama, soñé te ibas de viaje y nosotros nos quedábamos en casa, solos,
y sonó el teléfono y una señora nos decía
que tu avión se habida estrellado en el mar y continuo horrorosamente angustiada
con el aterrador relato.
Lina se estremeció, se sintió culpable por el solo hecho de
pensar, quizás egoístamente, marchar de vacaciones pensando solo en ella, a la
par que intentaba sacarse de la cabeza la peregrina idea de vacacionar sola; ya
tendré tiempo para mi vida, masculla hacia adentro; los niños aun me necesitan
recapacita mientras madre e hija las dos lloraban abrazadas. Ahí quedo varada
la ilusión de Lina por viajar. Por un momento se sintió libre y creyó poder disponer felizmente de sus días, pero un hecho
casual como lo es una pesadilla la trajo de vuelta a su condición de madre de
dos todavía pequeñines.
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