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domingo, 15 de abril de 2012

LOS DÍAS DE LINA


Laura y Nacho son adolescentes en grado puro, y Lina como madre en un hogar sin la presencia del padre, debe redoblar esfuerzos para entender, comprende y soportar las niñerías y capricho propios de la edad. Especialmente Nacho se muestra desafiante y cuando la madre le riñe, saca a relucir lo que a Lina más le saca, “si viviera con mi padre él me dejaría”.
Después de catorce años saliendo de vacaciones con sus hijos, Lina está pensando en hacer un viaje sola, y Cuba es un destino que le seduce, quizás  por los recuerdos que tiene cuando niña, de los cuentos de su bisabuelo, por aquellos días un tierno anciano que  fuera General del Ejército  Español destacado en la Isla. Pero por orto lado tiene miedo a Cuba, a sentirse oprimida y angustiada ante las vivencias cubanas y en especial ver como niños de la edad de los suyos tienen en Cuba ante sí un futuro hurtado por la falta de libertad. Cree que le hará daño ver que todo aquello de lo que disfrutan los niños del mundo libre, les esté vedado a los de la Isla. 
Para Lina salir de casa no tiene por fin  el turismo del “todo incluido” y mucho menos las oportunidades banales propias del destino, y repara que no podrá desconectar en las paradisiacas playas  de un lujoso del parador cuando sabe que hay un universo aciago no más salir del hotel.
Seguía cavilando Lina sobre sus planes, cuando como una ola de mar  Laura entra en la cocina llorando a mares, algo poco habitual en ella, y el ahogo del llanto no le permite expresarse. Lina la toma entre sus brazos, intenta tranquilizarla, sosegarla. ¿Qué te pasa Laura, que te pasa? es la pregunta recurrente de su madre, que intenta en vano serenar a su hija. Por fin luego de beber un sorbo de agua y recibir las caricias de su madre, Laura conseguir transmitir que tuvo un sueño horrible. Mama, soñé te ibas de viaje y nosotros nos quedábamos en casa, solos,  y sonó el teléfono y una señora nos decía que tu avión se habida estrellado en el mar y continuo horrorosamente angustiada con el aterrador relato.
Lina se estremeció, se sintió culpable por el solo hecho de pensar, quizás egoístamente, marchar de vacaciones pensando solo en ella, a la par que intentaba sacarse de la cabeza la peregrina idea de vacacionar sola; ya tendré tiempo para mi vida, masculla hacia adentro; los niños aun me necesitan recapacita mientras madre e hija las dos lloraban abrazadas. Ahí quedo varada la ilusión de Lina por viajar. Por un momento se sintió libre y creyó poder  disponer felizmente de sus días, pero un hecho casual como lo es una pesadilla la trajo de vuelta a su condición de madre de dos todavía pequeñines.

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