Sabía desde
siempre que la libertad era el valor
supremo del que todo hombre debe gozar si quiere ser feliz. Recientemente he
encontrado que la sinrazón por sentido contrario, también es importante, ya que las cuestiones carentes de lógica ejercen sobre mí sentimientos
de enfado y tristeza. Enfado por tener que soportar cuando se nos imponen, ideas, opiniones, cátedras o doctrinas que estén reñidas con la razón; y
tristeza porque quienes así actúan, llevados por la arrogancia o la ignorancia,
no miden el daño que causan a quienes rodean. La ignorancia y la arrogancia son
las principales enemigas de la razón.
Seguramente
muchos pueden cuestionar que la razón no es privativa de una ideología,
creencia y muchos menos de una persona, pero no es absolutamente así. La razón
es una virtud única en cada acto, cada sentencia, cada formulación, cada frase
que hilvana quien ha apelado antes a la razón, la que está más allá de las
ideologías o creencias. Todo aquello que responde a la razón ha transitado
antes un camino de método y orden, y de no ser así, todo lo que se pronuncie y
ejerza carece de sabiduría; es por ello que resultar tan peligroso transitar
por el camino de la sinrazón opinada. Todo lo susceptible de ser opinable lo es
hasta tanto la razón dicte su veredicto, y es ahí, en ese punto, donde lo
cuestionable deja de serlo, y el sendero es uno solo. Incluso en los aspectos
morales, donde si bien éstos pertenecen al campo de la conciencia, los efectos
que producen las acciones de los hombres conducen, inexorablemente, a la bondad o la malicia, y es precisamente ahí donde la razón
adquiere importancia.
Lamentablemente
nos movemos en un entorno donde la razón es un bien escaso y la libertad está sojuzgada,
donde la mentira, hija dilecta de lo indebido, abunda y penetra en la piel de un
público alucinado que pide raciocinio pero no actúa en consecuencia.
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