A la hora de decidir nuestro voto, la economía se lleva una parte
importante de la decisión. Inflación, pobreza, marginalidad, falta de
inversiones productiva, desempleo y un largo etcétera, son problemas
económicos, pero paradójicamente no tienen su raíz en la economía, sino en las instituciones
de la República.
Si se quiere simplificar el asunto, la parte económica de
los males argentinos radica en gastar más de lo que se ingresa, que dicho sea, la
recaudación fiscal argentina es una de las mayores del mundo en relación con el
PIB, cuando en realidad el origen de nuestra paupérrima economía está en la transgresión
institucional.
Los poderes delegados que el Poder Legislativo ha dejado en
manos del Ejecutivo, tal como ocurre entre otros con el Presupuesto Nacional que
el Ejecutivo manipula deliberadamente por Decretos de “necesidad y urgencia”, y
la tenencia en propiedad de la "máquina de hacer billetes" que debiera ser
patrimonio exclusivo del Banco Central. Aquí está la esencia y sustento de las
malformaciones económicas que padecemos.
Si se ejerciera la División de los Poderes, si hubiésemos mantenido
la independencia del Banco Central, si los mecanismos de control funcionaran,
el populismo manirroto que emplea el dinero público para hacer política
partidaria no habría dado lugar a los descalabros económicos y financieros que
hoy nos atormentan.
El mejor “plan económico” es regresar a la República.
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