La soberanía de las islas del Atlántico Sur ha sido, es y
será un foco de discordia; un motivo recurrente que Argentina e Inglaterra ponen
sobre la mesa cuando se trata de tapar cuestiones internas.
No entrare en cuestiones que no conozco, especialmente los
antecedentes históricos que son los argumentos que argentinos e ingleses
recurrimos para defender lo que creemos son nuestros derechos.
Lo que sí sé porque es una evidencia, que los nativos
malvinenses se sienten ingleses, viven como ingleses y quieren seguir siendo ingleses,
o en su defecto y mediante la
autodeterminación, derecho reconocido en todas las instancias internacionales,
ser malvinenses. Lo que no quieren es ser argentinos; no nos quieren a los argentinos; me pongo en su lugar y los comprendo.
Por lo tanto y dejando de lado la demagogia y aunque no sea
políticamente correcta mi opinión, como argentino entiendo que mas allá de
cualquier antecedente histórico, no es
lógico pretender incorporar a la nación un territorio que está poblado por
ciudadanos que por sobre cualquier cosa, no se sienten argentinos, NO QUIEREN
SER ARGENTINOS.
Si bien no propongo renunciar a ningún derecho, fundamentalmente
por las implicancias que pueda tener sobre el Sector Antártico, si entiendo que
esta disputa debe ser un tema marginal. El abandono de hecho por parte del Estado
Argentino de extensas zonas del país incluso la plataforma continental, más el paupérrimo estado en que se encuentra
la arquitectura nacional, no constituyen un buen motivo como para que el pueblo
malvinense quiera ser argentino. Si Argentina fuera Australia, si en lugar de discutir soberanía habláramos de cooperación, de negocios, seguramente que
los malvinenses tendrían otro punto de vista.
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