A los totalitarismos de origen democrático les gusta hacer gala de la libertad que disfruta el pueblo, como si
el derecho a la libertad fuese patrimonio del gobierno, y cuando prohíben
expresamente lo justifican argumentando que es por el “bien común”.
Así ocurre hoy aquí, donde un funcionario necio apellidado
Moreno cercena nuestra libertad de comprar, comerciar, producir etc., al tiempo
que nos cuida del plomo de la tinta de los libros, motivo que arguye para trabar el ingreso de impresos al país.
En la Argentina donde se tolera que los jóvenes inhalen
pegamentos en la calle, donde hay millones que malviven sin agua potable, donde
los ríos se han transformado en aberraciones naturales, donde el transporte
automotor contamina el aire a placer, donde los basureros a cielo abierto y
quema indiscriminada conviven con el hombre y tantas aberraciones ecológicas y
sanitarias más, que nos cuiden por el exceso del plomo de la tinta de los libros
es un despropósito digno un gran necio.
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