Veo una presidente a punto del desquicio, arrastrando a trompicones un gobierno dictatorial y hegemónico formado por aduladores ineptos. Observo una presidente que ante la adversidad actúa bajo el imperio de la confrontación empleando un leguaje contestatario y chabacano impropio de la investidura presidencial.
Al tiempo que desde el poder se tiraniza la vida nacional, veo una oposición sin proyecto, sin cohesión, a remolque de las locuras gubernamentales, jugando con fuego en medio de un polvorín. Si provoca repudio el discurso oficial, también duele percibir el comportamiento irresponsablemente pueril del la oposición, a la que también le seduce la polémica vacua. ¿Es posible que la oposición se desmarque del delirio que marca la pauta oficial y ocupe su propio espacio dentro de la República?.
No solo creo que es posible, sino imperiosamente necesario. El pueblo tiene que visualizar que hay otra forma de hacer política, de relacionarnos, de construir el porvenir; que hay vida más allá de la paranoia kirchnerista.
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Al tiempo que desde el poder se tiraniza la vida nacional, veo una oposición sin proyecto, sin cohesión, a remolque de las locuras gubernamentales, jugando con fuego en medio de un polvorín. Si provoca repudio el discurso oficial, también duele percibir el comportamiento irresponsablemente pueril del la oposición, a la que también le seduce la polémica vacua. ¿Es posible que la oposición se desmarque del delirio que marca la pauta oficial y ocupe su propio espacio dentro de la República?.
No solo creo que es posible, sino imperiosamente necesario. El pueblo tiene que visualizar que hay otra forma de hacer política, de relacionarnos, de construir el porvenir; que hay vida más allá de la paranoia kirchnerista.
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