Deriva de la República
Los políticos son un mal necesario, y por lo tanto hay que minimizar los riesgos. Los políticos, algunos mejores que otros, son todos lo
mismo, conforman una estirpe que tiene como objetivo llegar al poder y una vez
alcanzado éste, conservarlo, para lo cual no deben detenerse a pensar ni en los
medios ni en los métodos. Evidentemente esta es la diferencia fundamental que
separa a los políticos del resto de los ciudadanos.
Dado que la condición natural del ser humano tiende si lo
dejan, a controlar, disponer y ordenarlo todo, cuando se trata realmente del ejercicio
del poder, la cuestión tienen ribetes peligrosos. Si además sabemos que la condición humana es
proclive a caer en el absolutismo, a creernos omnipotentes, aislarnos del medio
e imponer nuestra verdad, hay que poner reparos para impedirlo. El límite para
cualquier político debe ser no solamente la ley que rige para todos, sino la
propia estructura que los alberga, los partidos políticos. Bien es cierto que
la ley también hace al límite del poder, puesto que cuanto más repartido este
éste, más lejos estaremos de los peligros del totalitarismo.
La importancia que en las democracias tengan los partidos
políticos, marcaran la diferencia en el ejercicio del poder, ya que de los partidos saldrán nuestros gobernantes y legisladores, toda
gente que dispondrá de poder, de poder hacer el bien y hacer el mal.
Es por ello que los partidos políticos tienen que tener su propia
vida política interna, de forma tal que nadie se pueda sentir “dueño” del
partido y deban someterse periódicamente a la voluntad de sus compromisarios. El
límite al ejercicio del poder debe comenzar en el partido, y ello es Justamente
todo lo contrario a lo que ocurre en nuestro país. Aquí carecemos de partidos
políticos, y por lo tanto abundan los políticos híper personalistas rodeados de
una mesa chica de astutos obsecuentes que le ayuda a sostener sus caprichos.
Como de ellos depende cambiar esta situación, nuestro gozo en un pozo, difícilmente
lo veremos.
Por lo tanto, y dado que estamos gobernados por una leona
enfurecida, es muy posible que un político para juntar votos, hoy se presente
con cordero, pero mañana en el ejercicio de poder mute a lobo (no tan dañino
como un león pero dañino al fin) y nosotros los ciudadanos nos encontremos una
vez más con el despotismo amenazando nuestras libertades.
Mientras sigamos eligiendo entre políticos personalistas
salidos de operaciones de marketing y no de estrucuturas legitimas de
conformación de poder, nos arriesgamos a que la Republica continúe amenazada,
quizás con otras formas y maneras, pero seguramente también, cada día con menos
república. Desde 1860 hasta la fecha con mayor o menos pendiente, la deriva de
la república ha tenido una sola dirección: decadente.
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