La RAE en su primera
acepción define el RIGOR como: Excesiva y
escrupulosa severidad. El rigor aplicado a la vida y obra de la gente corriente, en ocasiones puede parecer excesivo. Ahora bien, si lo aplicamos a las obras que producen los
hombres que desempeñan funciones públicas, las que siempre afectan a terceros, la entidad cambia y ahí el rigor se
debe aplicar con inflexibilidad; también la RAE define el término como Propiedad y precisión.
Puesto en caja el concepto, diré que me produce rabia y
desesperanza ver el poco rigor con el que se expresan las acciones y se ejecutan las obras
y actos en argentina. Desde la Presidente que no se cuida en lo más mínimo en
sus hechos, y se expresa como una adolescente caprichosa y teatrera, hasta el señor que
tiene que venir a reparar la estufa a tu casa y nunca acaba de llegar, aunque te
jura que hoy sí llega. En el medio tenemos una infinita serie de
acontecimientos cotidianos, en los cuales, al menos yo, sufro la falta de
rigor. La TV es un caso extremo, ya está
fuera de escala, perdió todas las referencias.
Considero que el abandono del rigor en los hechos y palabras, está sustentado, en gran parte, por la vacilación
con la que transcurren los acontecimientos en la argentina, en donde decimos amar la libertad y en su nombre la mancillamos si la ocasión lo
requiere, ¡y nos quedamos tan panchos!. Esa falta de rigor es la que nos
presenta como un país impreciso y poco confiable, un país en donde el
voluntarismo arbitrario se lleva por delante a la sabiduría una y otra vez.
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