LOS DÍAS DE LINA

Lina está cansada; llega a casa y se quiere acostar, pero aun hay mucho trabajo. Mamá, mamá le aborda el más pequeño, sabedor de que si no ataca primero, su hermana le gana la partida, y colgándose de la falda para que le preste atención, le enseña el trabajo hecho durante la semana en la clase de plástica. Mientras tanto Laura, la hija mayor le va contando, al tiempo que Lina se quita la ropa por el pasillo de la casa, que hoy ha conocido una niña china en el cole, que es muy maja y no sabe hablar español. Lina le cuenta que eso de conocer nueva gente y de diferentes países está muy bien pues te ayuda a crecer, que es eso que habrá visto en la tele, que si la inmigración, que la globalización, que tanto nos vamos nosotros a otros países como ellos vienen al nuestro, que la integración racial, que las Naciones Unidas y …... Laura no querría que su madre le metiera ningún rollo, ya que para ella Wenchu, era como “el chino”, ese que solía llevarle a comer su padre el día que pasaban con él.
Para esto, “chiche” como llama Lina a su hijo, ya había contribuido a arrancar la pollera a su madre, y vuelve a la carga con su ¡mira mamá! ¡mira que lindo mi trabajo de acuarelas!. Realmente Lina ve que esta muy logrado para un chico de 5 años aquel paisaje invernal, a tal punto que está pensando entre otras tantas cosas, que quizás debiera de mandarlo a una academia de dibujo, ya que no todo en esta vida no todo pasa por ser futbolista, aunque según su padre, será el Ronaldo de los años 2025.
Como ocurre habitualmente, su padre no piensa que a chiche le guste o se divierta jugando al fútbol, sino en que si se convierte en una estrella y él en su representante, su vida, económicamente hablando, cambiará definitivamente. Mientras su madre, con los pies en la tierra, está viendo la verdadera incitación artística de su niño, y quiere motivarlo en esa dirección, seguramente mas realista y oportuna para su crecimiento, que la visión materialista y egoísta de su padre.

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