José Luís Carpatos ( http://www.estrategiasdeinversion.com/carpatos/) es uno de mejores y más serios analistas bursátiles que escriben en lengua castellana. En su artículo de cierre diario suele contar historias o anécdotas atrayentes, y esta que les dejo me ha parecido interesante compartirla.
“Dicen las crónicas que Alfonso XIII andaba un buen día en un viaje a la provincia de Cádiz por una venta de aquellas que hay por allí, que por cierto parece que aún existe, en concreto El Ventorrillo del Chato. El rey era amante del buen vino de Jerez (y quién no) y decidió catar alguna copilla en esta venta, por lo que entró con todo su séquito que era bastante numeroso. Se le sirvió su copita de Jerez y el rey la iba degustando pero era un día de mucho viento que arrastraba bastante arena de la playa con tanta fuerza que llegaba a molestar dentro de la estancia. El propietario de la venta vio que al final iba a caer algo de polvo dentro de la copa del rey y le iba a estropear el vino, por lo que ni corto ni perezoso le colocó un trozo de jamón pequeño que andaba trasteando en ese momento para evitar que cayera el polvo que en ese momento entraba con fuerza. Alfonso XIII quedó algo sorprendido al ver lo que había hecho el ventero hasta que comprendió sus motivos, pero el rey que no tenía un pelo de tonto se comió el jamón que tenía muy buena pinta, se bebió con rapidez la copa y le pidió al ventero otra copa con "tapa", por supuesto, de buen jamón. Aquello, según cuenta la anécdota, tuvo un exitazo, tanto para el rey como para sus cortesanos, por lo que a partir de entonces siempre pedían su copa de vino con la correspondiente tapa, con lo que popularizaron el asunto pero no para impedir que la arena llegara al vaso sino para degustar las delicias gastronómicas españolas y así ha seguido siendo hasta la fecha...”
“Dicen las crónicas que Alfonso XIII andaba un buen día en un viaje a la provincia de Cádiz por una venta de aquellas que hay por allí, que por cierto parece que aún existe, en concreto El Ventorrillo del Chato. El rey era amante del buen vino de Jerez (y quién no) y decidió catar alguna copilla en esta venta, por lo que entró con todo su séquito que era bastante numeroso. Se le sirvió su copita de Jerez y el rey la iba degustando pero era un día de mucho viento que arrastraba bastante arena de la playa con tanta fuerza que llegaba a molestar dentro de la estancia. El propietario de la venta vio que al final iba a caer algo de polvo dentro de la copa del rey y le iba a estropear el vino, por lo que ni corto ni perezoso le colocó un trozo de jamón pequeño que andaba trasteando en ese momento para evitar que cayera el polvo que en ese momento entraba con fuerza. Alfonso XIII quedó algo sorprendido al ver lo que había hecho el ventero hasta que comprendió sus motivos, pero el rey que no tenía un pelo de tonto se comió el jamón que tenía muy buena pinta, se bebió con rapidez la copa y le pidió al ventero otra copa con "tapa", por supuesto, de buen jamón. Aquello, según cuenta la anécdota, tuvo un exitazo, tanto para el rey como para sus cortesanos, por lo que a partir de entonces siempre pedían su copa de vino con la correspondiente tapa, con lo que popularizaron el asunto pero no para impedir que la arena llegara al vaso sino para degustar las delicias gastronómicas españolas y así ha seguido siendo hasta la fecha...”
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