Cuando se habla de “la
grieta”, imaginamos una hendedura más o menos profunda que separa dos partes de
un cuerpo. El RAE, en la tercera acepción de grieta, la define como “dificultad o desacuerdo que amenaza la
solidez o unidad de algo”, y con esta acepción me quedo, pues eso es precisamente
lo que ha hecho en nuestro país el Kirchnerismo, HA AMENAZADO LA SOLIDEZ DE LA
REPUBLICA.
En la vida política, las diferencias
ideológicas, incluso las forma y/o modos de
actuación son inherentes al sistema desde el preciso momento que la política
está constituida por hombres de naturaleza diversa; ahí juega su papel estelar
la democracia, produciendo alternancia entre las diversas opciones que
concurren en las elecciones. Por lo tanto la diversidad es innata al sistema y
ahí debemos convivir.
Otra cuestión muy
diferente resulta ser cuando los hombres, camuflados bajo consignas políticas
generalmente populistas, utilizan la política para apoderarse del Estado con
fines propios, ajenos al bien común que dicen defender; e infinitamente más
grave resulta si ese apoderamiento se utiliza para delinquir. El enriquecimiento
ilícito, la malversación de fondos y contenidos, la utilización del Estado para
dar lugar seguro al narcotráfico y el
lavado del dinero proveniente de estos negocios criminales, son delitos que se
deben condenar penalmente en cada caso de responsabilidad.
Ahora bien, cuando los
que han incurrido en actuaciones criminales han sido los mismos que han guiado
los destinos del país, ello es de una gravedad institucional monumental, ya que
han PUESTO EN RIEGO LA ESTABILIDAD DE LA REPÚBLICA. Pero lo que es tristísimo e incomprensible
al mismo tiempo, es que ciudadanos que no
han participado del destrozo institucional ni se han enriquecido o beneficiado con
ello, defiendan ciegamente a líderes con las manos manchadas por el fango
de la corrupción.
Espero que el tiempo
ponga las cosas en su lugar; los corruptos en las cárceles, los que los
apoyaron de buena fe recapaciten, la grieta sea un tema para historiadores y los ciudadanos
con nuestras diferencias, comprendiendo y respetando que hay otras formas de concebir la
vida siempre desde la honestidad, y fundamentalmente, que la verdad no es un bien absoluto, pues si no entendemos esto, estaremos dando lugar al pensamiento único, piedra fundamental del
totalitarismo.
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