El progreso de los países se sostiene sobre cuatro pilares: 1)
División de los poderes, 2) defensa de las libertades individuales y propiedad
privada, 3) expansión de la educación y 4) desarrollo tecnológico.
¿Qué está pasando en nuestro país que hoy se encuentra en el
puesto 49 (sobre 188) en el Índice de Desarrollo
Humano; puesto 59 (sobre 65) en educación (informe Pisa), 104 (sobre 144) en
el Índice
Global de Competitividad, 137 (sobre
144) en Calidad Institucional, 67 (sobre 144) en salud y educación primaria,
141 (sobre 144) en Eficiencia del mercado, 82 (sobre 144) en Disposición Tecnológica,
etc. según informe del Word
Economic Forum.
La respuesta es simple, unos más que otros, todos los
pilares cojean y la república acelera su decadencia por la mala calidad de sus instituciones políticas. Esto no es un hecho nuevo ni circunstancial,
deviene desde el inicio mismo de nuestra vida como nación independiente. La Argentina
que imaginaron los mentores de la Constitución liberal de 1853/60 constituyó una aspiración de deseo de pocas personas, y salvo
honrosas excepciones, la Carta Magna fue sistemáticamente violentada por la
casta gobernante. El comportamiento de esta casta, es lo el sociólogo alemán
Robert Michels, describió como la ley de
hierro de la oligarquía, en las cuales las formas oligárquicas son
consustanciales a toda organización, bien sea autocrática o incluso democrática;
siempre el líder buscará aumentar su poder, incluso olvidando sus orígenes y
principios, cueste lo que cueste, respondiendo a una lógica aplastante: nadie se resigna a perder, incluso
compartir el poder. Leer artículo completo
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