Si digo que en el mundo “desarrollado” la relación entre ciudadano y telespectador es de 1:1 no estoy lejos de una triste realidad. Que duda queda que la televisión y demás medios audiovisuales han contribuido a acercarnos a espacios y acontecimientos que jamás hubiésemos sospechado conocer; y que duda cabe que lo audiovisual al penetrar en nuestra conciencia por los dos sentidos mas poderosos, influyen en nuestro comportamiento de forma contundente.
De la misma forma que en el 11 de septiembre de 2001 se emplearon simples aviones como misiles para derribar rascacielos, día a día se emplea la televisión para corroer nuestra mente. ¡Que forma mas sutil de reemplazar costosos armamentos por medios accesibles, legales, comunes y corrientes!. Y si al hecho de utilizar la televisión como herramienta propagandística del nacionalsocialismo y el neomarxismo le sumamos las carencias de valores y principios de los telespectadores mas jóvenes, víctimas directas de una escuela pública abonada “al todo vale”, tenemos el cóctel perfecto para que en pocos años se puedan manipular a las masas como jamás lo imaginaron los mas terribles dictadores que conoció la humanidad.
El solo hecho de reconocer que la soberanía popular (la que elige y reemplaza gobiernos) descansa en el “ciudadano telespectador” pone los pelos de punta. Y si no miren a su alrededor y observen los gobiernos que merecemos, y en un alarde de transposición hacia el futuro, imaginen los que vendrán……Como consuelo solo me queda la verdad no manipulada, de que hasta ahora, nunca la noche pudo con el amanecer. Esperemos que la TV no lo logre.
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