Muy pocos siguen el discurso de CFK en la ONU
En la historia de la humanidad encontramos luchas
traumáticas llevada adelante por hombres y mujeres que han defendido con
sufrimiento extremo causas nobles. Me vienen a la memoria Nelson Mandela, Martin
Luther King, Madre Teresa de Calcuta, entre los contemporáneos, y todo ellos
con una causa común, la defensa de los derechos civiles y la inclusión; y todos
ellos con una misma condición, vivieron de acuerdo a lo que defendían. Ellos
representan en la vida real, la epopeya de Don Quijote.
Sin lugar a dudas vivimos en un mundo donde la falta de
justicia provoca segregación social y diferencias, y una de las principales
diferencias la marca la distancia que media entre los dirigentes y el pueblo. Salvo
alguna excepción que la habrá, no encontraremos dirigentes humildes, en su
forma de vida y expresión y sí pueblos hambrientos de justicia. Ni Mandela,
King o Teresa han sido tomados como un ejemplo por nuestros dirigentes; es
justo todo lo contrario.
Analizando nuestra pequeña quinta, encontramos que quien
manda en este suelo, es quizás la máxima expresión de la hipocresía. Mientras
lleva una vida contraria a la humildad, pretende imponer cual víctima
universal, una lucha dramática en una causa perdida: el egoísmo del dinero, que dicho sea, es ella misma prisionera.
No se trata aquí de analizar las “reglas del dinero”, pero
si determinar que las causas que merecen ser llevadas adelante hasta con la
propia vida, son causas inherentes al respeto humano, y nunca las relativas al
valor económico de las cosas, que por su propia sustancia resultan fungibles y
variables. George Soros, hoy referente para la Presidente, ayer un especulador
que tumbó al mismísimo banco de Inglaterra y la Libra Esterlina. Esta es la
cara visible del valor de las cosas, ni bueno ni malo, natural.
Y mientras la nación argentina aun na ha resuelto en los
hechos cotidianos la supremacía del valor de la libertad y el respeto humano,
una causa que sí merece ser defendida con pasión por sobre toda otra cuestión,
nuestra Presidente deambula por el mundo llevando un discurso impropio a la
razón en un viaje que nos lleva a ninguna parte. Si algo de grandeza retiene, que se mire a sí
mismo y en acto de humildad, cambie ideas, hábitos y costumbres, que en ellos
nos va la vida a los argentinos.
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