sábado, 5 de enero de 2008
LA INCOMUNICACIÓN
En el inicio de los tiempos el lenguaje era único, y fue Yahveh quien confundió intencionalmente al hombre imponiendo nuevas lenguas cuando éste pretendía, mediante la torre de Babel, alcanzar el cielo. Así fue que las diferentes lenguas impidieron la comunicación entre los constructores y estos se dispersaron y abandonaron la idea de alzar una gran torre.
En los tiempos modernos, la incomunicación sigue siendo un clásico que impide al hombre algo tan simple y elemental como saber vivir.
Cuando estamos instalados en el error, el primer paso para enmendarlo es reconocerlo, pero eso nos cuesta ¡y cuanto!. Aceptar estar haciendo las cosas mal está reservado a muy pocos, y cuando de incomunicación se trata, resulta muy común culpar “al mensajero”.
Tanto en la antigüedad con la fallida Babel, como en la actualidad con la tecnología, siempre está presente el mismo fenómeno: la falta de comunicación, símbolo de confusión y desavenencias que turba las ideas, ciegan la razón y anulan los sentimientos.
Por todo ello, majas y majos del mundo, ¡desafiemos la incomunicación!, dialoguemos si tapujos; rompamos las barreras del pudor y el lenguaje, excusas perfectas cuando pretendemos escondernos de nuestras limitaciones sociales.
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